El COVID-19 ha llegado por sorpresa a nuestro país. Nadie está a salvo dada la facilidad con que se transmite y la velocidad con la que se propaga. Es aquí donde las decisiones adoptadas por las autoridades municipales, estatales y federales para contener la propagación de tan mortal pandemia tienen mayor impacto.
Es un hecho que, la situación puede empeorar. Por ello, debe coordinarse el esfuerzo que convoca a los Poderes de la Unión, en todos sus niveles y en todas sus esferas, con los ciudadanos y los sectores productivos, donde cada quien, desde sus competencias, lograremos superar esta situación.
La cooperación coordinada refuerza la labor de nuestras instituciones de salud para frenar la contingencia sanitaria, pues la acumulada experiencia de los médicos mexicanos tiene un papel por demás relevante en toda esta lucha.
Los profesionales de la salud están en la primera línea de defensa y donde se exige fortalecer mucho más las partidas presupuestales para protegerlos y para garantizar un espacio y condiciones adecuadas a los ciudadanos que se vean afectados por el COVID-19.
No se trata solamente de la lucha contra la enfermedad en sí, sino también, hablamos de las consecuencias que tendrán en muchos Estados y Municipios los esfuerzos de contención.
No pasemos por alto la advertencia de la Organización Mundial de la Salud sobre la virulencia que experimentará la pandemia en las poblaciones rurales, las más perjudicadas normalmente por falta de medios.
La prioridad actual es la de salvar vidas, y el reto como es elaborar una estrategia clara, rotunda y consensuada con los distintos actores del sector productivo para hacer frente a los gravísimos problemas económicos que se anuncian y que dibujan una situación complicada para la vida económica nacional.
Muchas han sido las experiencias que, desde ámbitos locales, los mexicanos hemos acumulado sobre la forma en que se puede enfrentar, contener y prevenir las causas y efectos de una crisis económica.
El éxito en el control de la pandemia y de sus efectos sanitarios, sociales y económicos debe ser de todos. México superará, sin duda, los efectos del coronavirus; pero la profundidad y la duración de sus huellas dependerán de la capacidad para movilizar todas las fuerzas, y también de la rapidez con la que se haga, a través de las medidas que, reflejadas en políticas públicas, otra vez, como Estado y como sociedad civil, provoquemos y que permitan una transición pronta hacia la reactivación de las actividades cotidianas.
A partir de este momento, las medidas que adopten los tres niveles de Gobierno bajo el estado de Emergencia Sanitaria no se pueden juzgar por su popularidad o su impopularidad, sino por su necesidad y por el rigor en su aplicación, corresponda al gobierno que corresponda. Aquí todos debemos sumar. Lo importante en una crisis del alcance que se prevé, es garantizar lo básico a la población: alimentación, energía, medicamentos, servicios de emergencia y de seguridad. Servicios de limpia y colecta de residuos.
Son tiempos de prueba. Luchemos por fomentar la mejor parte de nosotros.
La pandemia nos obliga a reflexionar con cuidado y aguda previsión sobre lo que haremos al llegar el momento de emplear de nuevo todos nuestros recursos.
Trabajo coordinado entre autoridades de gobierno, ciudadanos y sector productivo, será la clave del éxito. Uniendo, articulando e impulsando esfuerzos e iniciativas, en este tenor, lograremos contener la propagación de esta pandemia y sus efectos nocivos a nuestra actividad económica.
Nos sobra experiencia. Sólo faltará usarla.
