Ninguna gran mente ha existido nunca sin un toque de locura (Aristóteles)
Cuando se habla de salud mental, es habitual que el conocimiento general lo relacione de algún modo con la ausencia de locura.
Bajo esa premisa, la salud mental encuentra uno de los escollos más grandes para ser asequible universalmente, el prejuicio de que solo quien está loco debe procurar su salud mental.
Contrario al entendimiento general, la Organización Mundial de la Salud (OMS), define a la Salud Mental como: “Un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta las capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones y establecer relaciones. La salud mental es, además, un derecho humano fundamental y un elemento esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico.”
Cabe resaltar que el concepto que ha acuñado la OMS considera además de un componente de bienestar y el reconocimiento como derecho humano, los aspectos de desarrollo de habilidades y contribución a la comunidad.
Bajo esta tesitura, se aprecia que el concepto y enfoque de la salud mental en la actualidad ya ha trascendido la esfera exclusivamente individual, en miras de adicionar a lo comunitario.
Esto puede explicarse, dado que el concepto y alcance de la salud mental ha ido variando en relación directa con los cambios que también ha tenido la principal disciplina que la estudia, es decir la psicología. En ese orden de ideas, de centrarse -ambas- en un principio en la modificación de la conducta (dejar de fumar, por ejemplo), ha pasado por un enfoque eminentemente patológico (a través de la clasificación de trastornos), a considerar en la actualidad, el estado de bienestar que considera no solo el aspecto meramente mental, sino también las emociones, su utilidad y gestión, e incluso el desarrollo del máximo potencial para el individuo y la comunidad en la que vive.
No obstante la evolución de ese campo del conocimiento, la legislación mexicana y las políticas públicas en la materia, si bien han tratado de incorporar aspectos como el comunitario, la perspectiva de género, la interculturalidad y el respeto a los derechos humanos[1], entre otros principios, siguen en deuda con la sociedad, al vincular salud mental con las adicciones. Es decir, en México, como en gran parte de las sociedades occidentales, la salud mental carga con diversos estigmas, desde el de inadecuación, miedo a mostrarse y reconocerse vulnerable, hasta el que ya se mencionó con anterioridad de la locura. Si a ello además se le suma que por decisiones que parecen tener más un criterio organizacional, en nuestro país se ha decidido dar un enfoque prioritario a la prevención de adicciones como componente de la salud mental, visibilizando además de este aspecto primordialmente la depresión y ansiedad, por si solas y como antecedente del suicidio, que es en realidad lo que se pretende evitar, estamos ante la presencia de otro estigma relacionado con la salud mental.
El Gobierno de México, ha referido en su página oficial que “La prevención, promoción y rehabilitación de la salud mental se coloca al centro de la estrategia para generar una red de protección, atención y rehabilitación de personas que necesitan ayuda para cambiar hábitos de consumo o atender adicciones. Con esta estrategia se atienden las causas que llevan al consumo de alcohol y drogas y se brinda información y atención para reducir el consumo, sobre todo en las comunidades más desprotegidas, inseguras o necesitadas.”[2]
Por otra parte, es difícil conocer con exactitud la prevalencia e incidencia en temas de salud mental en México. Al respecto, el INEGI solamente tiene datos respecto a muertes por suicidio, y de manera colateral alguna información relativa a la depresión. Por su parte, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) en sus diferentes levantamientos permite conocer un panorama general sobre las características sociodemográficas respecto sintomatología depresiva, también cuenta con información, solo en adolescentes de ideación suicida, abuso sexual y conductas alimentarias de riesgo.[3]
En adición a lo antes expuesto, el acceso a la salud mental es complejo y no está disponible para toda la población. En el sector público ya que la atención psiquiátrica no corresponde al primer nivel de atención, en un sistema sobresaturado, eso implica hasta meses para lograr la referencia desde el médico de cabecera. Por otra parte los servicios psicológicos se enfocan, por la demanda de pacientes a un diagnóstico y la atención en unas cuantas sesiones, lo cual no es suficiente para elaborar y disminuir la causa originaria del sufrimiento del consultante.
En el ámbito privado, el costo promedio de una consulta psicológica va desde los 650 hasta los mil pesos, y la mayoría de los psicólogos -independientemente de la escuela y enfoque a la que pertenezcan- consideran necesario una sesión semanal para atender las problemáticas, lo cual resulta inviable para la mayoría de la población.
Por lo anterior, se cuenta con estadísticas respecto a que solo el 20% de la población con enfermedades mentales, recibe atención profesional[4], mientras que en el ámbito laboral solo el 10% de los trabajadores cuentan con algún esquema que considere la atención en salud mental[5].
Por todo lo anterior, el tema de la salud mental, requiere ser visibilizado, normalizado y atendido de manera tal que un mayor porcentaje de la población pueda tener un acceso real, consistente y fiable a servicios psiquiátricos o psicológicos, según lo requieran.
En tanto la política pública refleja esta necesidad social, en el ámbito individual podemos ir normalizando el tema, al conectar con nuestras emociones, identificar para que sirven, mejorar la comunicación con nuestros vínculos, crear redes de apoyo, buscar actividades que naturalmente impactan en el equilibrio de la química cerebral, como puede ser la meditación, el ejercicio, el contacto con la naturaleza, entre otros, así como identificar y procurar desestigmatizar los casos de patologías mentales, esto puede lograrse evitando el juicio, informándonos y ofreciendo una escucha compasiva.
Finalmente, la salud mental si bien individual es un reflejo y a la vez impacta directamente en la salud del colectivo, la comunidad o sociedad en la que se vive.
REFERENCIAS:
[1] Reforma a la Ley General de Salud en materia de Salud Mental y Adicciones, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 16 de mayo de 2022.
[3] Cfr. INEGI temas de salud mental recuperado de https://www.inegi.org.mx/temas/salud/ https://www.insp.mx/avisos/10-de-octubre-dia-mundial-de-la-salud-mental,
Instituto Nacional de Salud Pública recuperado de: https://www.insp.mx/avisos/10-de-octubre-dia-mundial-de-la-salud-mental
ENSANUT 2018 disponible en: https://ensanut.insp.mx/encuestas/ensanut2018/doctos/informes/ensanut_2018_informe_final.pdf