En los últimos años, he observado con creciente preocupación una polarización constante que, a mi juicio, requiere una urgente reflexión sobre las causas de este fenómeno. Lejos de fomentar acuerdos, dicha polarización alimenta el rencor y, en algunos casos, el odio entre los seres humanos a nivel global.
Se ha evidenciado un aumento significativo en el respaldo popular hacia líderes y partidos ubicados en los extremos del espectro político, tanto de derecha como de izquierda. Esta tendencia no es un fenómeno aislado, sino una manifestación global de una creciente insatisfacción ciudadana con el sistema político y económico tradicional, así como una transformación profunda en la percepción colectiva de la realidad sociopolítica.
Desde una perspectiva histórica, los momentos de crisis —económicas, sociales o identitarias— tienden a favorecer el surgimiento de liderazgos disruptivos. En tales contextos, las sociedades suelen inclinarse hacia figuras que prometen cambios radicales, ya sea para preservar lo que consideran su identidad nacional o para reformar un sistema percibido como injusto o ineficaz. Según un estudio del American Economic Journal (Funke, Schularick & Trebesch, 2016), las crisis financieras severas tienden a provocar un incremento promedio del 30% en el voto a partidos políticos extremistas durante los cinco años posteriores, tanto en democracias como en regímenes autoritarios.
En el caso de la extrema derecha, el discurso político suele centrarse en el miedo: temor a lo desconocido, a la inmigración, a la pérdida del empleo o al debilitamiento de la identidad cultural. Estos liderazgos ofrecen respuestas simplificadas a problemas complejos, lo cual puede resultar atractivo para sectores que perciben que las soluciones tradicionales han fracasado. Investigaciones como las del sociólogo Pippa Norris (Harvard University, 2019) destacan cómo el auge del populismo de derecha está vinculado a una “reacción cultural” frente a cambios percibidos en valores tradicionales, más que a factores exclusivamente económicos.
No obstante, esta narrativa tiende a exacerbar la polarización, promover la exclusión y alimentar la intolerancia, poniendo en riesgo la cohesión social y los valores democráticos. La OCDE ha advertido que la erosión de la confianza en las instituciones democráticas es particularmente pronunciada entre los jóvenes y sectores con menor nivel educativo, quienes tienden a verse más atraídos por soluciones autoritarias o nacionalistas.
Por su parte, la extrema izquierda también ha ganado terreno en diversos países, articulando discursos centrados en la justicia social, la equidad y la transformación del modelo económico. Si bien estas aspiraciones son legítimas y necesarias en muchos casos, su aplicación desde posturas radicales puede derivar en inestabilidad si no se gestionan con responsabilidad institucional y viabilidad técnica. Casos como el de Venezuela o Nicaragua muestran cómo, en ausencia de límites institucionales sólidos, proyectos de transformación pueden derivar en autoritarismo y crisis humanitarias.
Un factor clave que explica esta polarización es la pérdida de legitimidad de las instituciones tradicionales: partidos políticos, parlamentos y gobiernos que, en muchos contextos, han mostrado una incapacidad estructural para responder a las demandas ciudadanas. Un informe de Edelman Trust Barometer 2024 indica que en más de 20 países, menos del 40% de la población confía en su gobierno, y muchos perciben que las élites políticas ya no representan sus intereses.
A esto se suma el papel acelerador de las redes sociales, que han transformado la esfera pública. Estas plataformas permiten la difusión inmediata de ideas políticas, a menudo sin filtros, facilitando la creación de burbujas informativas en las que los ciudadanos sólo se exponen a contenidos que refuerzan sus creencias previas. En un estudio publicado en PNAS (2018), investigadores demostraron que los algoritmos de plataformas como Facebook y Twitter tienden a intensificar la polarización política al exponer a los usuarios principalmente a contenido ideológicamente afín. Este “efecto cámara de eco” disminuye la exposición a puntos de vista diversos y refuerza la hostilidad entre grupos.
Esta dinámica polarizadora es particularmente visible en temas como la migración, el género, el medio ambiente o el cambio climático. Para algunos sectores, estos cambios sociales representan una amenaza a su identidad cultural o a su seguridad económica, generando respuestas defensivas o extremistas. La politóloga Karen Stenner argumenta que las amenazas percibidas al orden social tienden a activar predisposiciones autoritarias latentes, especialmente en contextos de cambio acelerado.
Además, los efectos desiguales de la globalización han provocado tensiones internas en numerosos países. Si bien ha traído beneficios en términos de crecimiento económico y conectividad, también ha causado la desindustrialización de ciertos sectores, precarización laboral y una percepción de amenaza cultural. Según el economista Branko Milanović, esta “curva del elefante” de la globalización muestra que mientras las clases medias de Asia han mejorado su situación, las clases trabajadoras de Europa y EE.UU. han perdido poder adquisitivo, generando resentimiento y frustración que alimentan el voto extremista.
En este contexto, es fundamental promover un enfoque político basado en el diálogo, la inclusión y la reconstrucción del pacto social. La historia demuestra que la deriva hacia los extremos representa un riesgo para la estabilidad interna de los Estados y para el orden internacional basado en la cooperación, el multilateralismo y los derechos humanos. La experiencia del siglo XX —con el ascenso del fascismo y los totalitarismos— subraya los peligros de abandonar los valores democráticos en nombre de soluciones simplificadas.
El auge de los liderazgos extremos es, en última instancia, un síntoma del agotamiento de un modelo político incapaz de adaptarse a las nuevas demandas sociales. Afrontar esta realidad requiere no solo reformas institucionales profundas, sino también un compromiso colectivo con el debate democrático, el respeto a la pluralidad y la búsqueda de soluciones sostenibles que respondan a las necesidades de las mayorías sin recurrir a discursos excluyentes o promesas ilusorias.
En síntesis, el mundo vive un nuevo desorden político: las democracias están siendo desafiadas desde dentro, los equilibrios de poder cambian constantemente, la incertidumbre es la norma y la radicalización, aunque peligrosa, es una respuesta a un mundo que cambia demasiado rápido para muchos.
La política vive una etapa de inestabilidad y redefinición. Las tendencias radicales están reconfigurando el mapa político global, generando nuevas divisiones más allá del eje izquierda-derecha: progresistas vs. conservadores radicales, globalistas vs. nacionalistas, élites vs. pueblo. Esto se observa tanto en democracias consolidadas como en países en desarrollo. La arquitectura política surgida tras la Segunda Guerra Mundial se encuentra hoy cuestionada, y ya no se asume que la democracia liberal sea el destino natural del mundo, como se creía en los años noventa.
Como ciudadanos, es fundamental ejercer nuestro poder a través del voto, el activismo pacífico y la participación comunitaria. Todos tenemos una voz, y todas las voces merecen ser escuchadas.
Y usted, querido lector, ¿siente que su voz es escuchada?
- Branko, M. (2016). Global Inequality: A New Approach for the Age of Globalization. Harvard University Press.Edelman. (2024).
- Edelman Trust Barometer Global Report. https://www.edelman.com/trust-barometer
- Funke, M., Schularick, M., & Trebesch, C. (2016). Going to extremes: Politics after financial crises, 1870–2014. American Economic Journal: Economic Policy, 8(1), 1–32. https://doi.org/10.1257/pol.20140025
- Norris, P., & Inglehart, R. (2019). Cultural Backlash: Trump, Brexit, and Authoritarian Populism. Cambridge University Press.
- Pariser, E. (2011). The Filter Bubble: What the Internet Is Hiding from You. Penguin Press.
- Stenner, K. (2005). The Authoritarian Dynamic. Cambridge University Press.
- Tucker, J. A., Guess, A., Barberá, P., Vaccari, C., Siegel, A., Sanovich, S., Stukal, D., & Nyhan, B. (2018). Social media, political polarization, and political disinformation: A review of the scientific literature. Political Polarization and Social Media, Hewlett Foundation Report. https://hewlett.org/library/social-media-political-polarization-and-political-disinformation-a-review-of-the-scientific-literature/
- Vosoughi, S., Roy, D., & Aral, S. (2018). The spread of true and false news online. Proceedings of the National Academy of Sciences, 115(9), 1146–1151. https://doi.org/10.1073/pnas.1718464115